viernes, 30 de marzo de 2007

Lecciones de geometría. Dos triángulos.


En geometría, un rombo tiene cuatro vértices, cuatro elementos. Un rombo es una figura inestable, parece que en cualquier momento pudiera caer al profundo abismo de la inestabilidad que lo sujeta por un infinitésimo vértice. Los elementos de la naturaleza son cuatro: tierra, agua, aire y fuego; es decir, historia, viaje, vida y pasión. Las estaciones son cuatro, y componen un ciclo que parece perfecto. Las fases de la luna son cuatro. Los vientos provienen de cada uno de los cuatro puntos cardinales. ¿Es el cuatro el número perfecto? No.
Hace algún tiempo que Danna y Darío juegan con un rombo de papel. Un rombo del que extrajeron una nueva geometría sentimental; en un momento premonitorio e inconsciente lo doblaron por la mitad, lo atravesaron diagonalmente con la espada de la casualidad. Aquello que parecía un diamante, se convirtió en dos triángulos. Dos exactamente iguales. ¿Qué pasa? Inexplicable lección de geometría: Con cuatro vértices teníamos un rombo, y con sólo tres, dos triángulos. Dos triángulos que tienen dos vértices comunes – que pertenecen a ambos – y otros dos, extraños entre ellos, que por sí solos estiran o encogen la forma de cada uno de sus propios triángulos. El vértice unitario es el que completa la figura triangular; el que conforma la geometría imperfecta y antinatural de un amor para tres. El tercer vértice es el que hace que el triángulo sea isósceles, como la sombra de un ciprés en la tarde, o casi equilátero, como queriendo buscar una perfección entre sus lados imposible de mantener. Nunca sabes dónde puede estar el tercer vértice; en eso consiste el juego. Depende de su lejanía mental o física, y de su presencia desestabilizadora, el que el triángulo ocupe más o menos espacio. Cuanto más grande es el área, mejor se respira. Pitágoras debió estar borracho cuando pensó en el rectángulo y dibujó el lado de Danna y Darío de la misma longitud que los otros lados que completan los dos triángulos. Vivir atrapado en un triángulo es tener una persona distinta dentro de ti para cada uno de los lados que te unen a los otros vértices. Vivir atrapado en dos triángulos es el imposible juego de papel al que juegan Danna y Darío.
Coge un rombo de papel. Dóblalo por la mitad haciendo coincidir dos de sus esquinas. El doblez que afirmas entre los dedos es una línea recta como un rayo de luz que une a Danna con Darío. El doblez que insistes en apretar es la verdad directa entre los dos; sin historia, sin luna nueva, sin invierno, sin viento del norte. Es la verdad encerrada entre dos triángulos exactamente iguales.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Todo es un momento, una duración de tiempo indeterminada…


No todo es como a veces pensamos; intentamos construir un mundo en el que damos cabida a demasiada gente y a demasiadas cosas materiales, lo llenamos de tal manera que a veces, casi sin darnos cuenta nos hemos quedado fuera y atados a estas circunstancias que nosotros mismos creamos.
De repente, como en un terremoto, estas cosas y estas personas nos empiezan a exigir, y ahora somos nosotros los que estamos a sus pies, en un universo que nos queda demasiado grande y en el que no encajamos.
No es fácil darse cuenta, no todo es nuevo, no todo es extraño, pero todo nos exige, ¿es así la vida?, muy distinta a la que aprendimos de pequeños.
No sé si pasa con frecuencia o es solamente el razonamiento ilógico de buscar una salida. ¿A quien no le ha ocurrido?, observas a alguien, un desconocido, y empiezas a imaginar como es su vida, tal vez sea feliz o tal vez no; en este momento casi me atrevo a afirmar (y esta palabra es demasiado fuerte para mí) que la felicidad no existe, nos encontramos con ella y la disfrutamos pero nos abandona, empañada por otros sentimientos que podemos escuchar o no, pero están ahí.
No pretendo tener razón, ni siquiera mantenerla durante mucho tiempo; todo es efímero, y a veces de una prolongación casi inexistente, en este momento estoy pensando que todo depende de cómo se mire, puede que sea así, y que no todo sea tan momentáneo; o tal vez los momentáneos somos nosotros mismos.

miércoles, 14 de marzo de 2007

Pienso, luego existes.



Necesito escribir de algo que no sea de tí. Ni siquiera mencionar tu oculto nombre. Escribir sobre cualquier estúpida preocupación que ocupan el tiempo de la gente, como una guerra de esas donde mueren todos menos los que las provocan; o sobre noticias de actualidad, que se llenan de contenido vacío y que no aportan nada a nadie; o con suerte, alguna mentira que otra para que nos vayamos haciendo adictos a la mentira sin darnos cuenta. Está claro que necesito escribir, pero también evadirme y evadirte del peso de mi espada. Si entendiera algo de fútbol - con lo que eso distrae - hablaría de algún que otro brasileño que se montó en el altar de los famosos y ya no hay quien lo baje gracias al montón de plata que gana; pero sólo entiendo de estrellar la botella contra el suelo, o contra alguien, cuando el aire del enfado absurdo me llena la garganta.

A través de mis dedos voy descargando en el teclado la tensión que me produce dolor en el cuello, falta de atención, ganas de sexo y necesidad imperiosa de soledad. Pero no diré ni una palabra sobre tí. Ya sé que eres el centro de mi…. He dicho que no diría ni una palabra sobre tí. He leído un poema que no me recuerda a ti, pero no lo recuerdo. He hablado con gente sobre banalidades sin importancia que no merecen el gasto del tiempo que se tardan en decir, pero olvidé de qué hablábamos. El resto de las cosas me recuerdan a ti.

Me sorprendo a mí mismo mintiendo como un adicto a la mentira, provocando guerras que no acabarán conmigo, o tirando una botella al suelo cuando soy victima de mi propio enfado. Hasta las cosas que no me recuerdan a ti, me llevan a ti. Por eso hoy he escrito algo que no era sobre tí. Pienso, luego existes.

lunes, 5 de marzo de 2007

Eclipse de Luna

Anoche hubo un eclipse de luna, es decir, una coincidencia geométrica y premeditada por los dioses, que cada vez que se emborrachan, juegan a las desapariciones astrales. Danna, como la luna, se eclipsa a veces para protegerse, ofreciendo una estampa atípica de lo que su entorno espera de ella. Desde que Danna es Danna, y no una simple mortal, deja que su luz se la coman los demás, ocultando la cara que nunca fue la oculta. La batalla de Darío esta vez no es otra que desmitificar a la luna. Hace tantos años que la mujer fue elevada a la categoría de mito, que hoy día, los hombres, tienen asegurada la no intervención femenina en la realidad política y social. Bueno, algo está cambiando. El mito de la diosa Luna es tan antiguo como la voluntad masculina de hacer notar una irracional superioridad. Mito es precisamente algo irreal; por eso sólo en fábulas y leyendas veremos a la mujer como protagonista o impulsora de los designios del destino del hombre. Desde el principio hasta el fin, fue la mujer quien cargó con las culpas de los males que nos aquejan. Pandora y Eva son la perdición original de la humanidad. Un eclipse de luna puede ser el augurio apocalíptico que Nostradamus dejó escrito con su masculino puño y su matemática letra. Si Danna se oculta, pensaremos que sólo Danna tiene la culpa. Esta es ahora la batalla de Darío.

Las antiguas civilizaciones, Egipto y China por ejemplo, tenían amedrentada a su población con las falsas y terribles consecuencias que auguraban un eclipse de luna. Un eclipse de Danna es difícilmente predecible, así que, produce en los demás una especie de miedo a lo desconocido. Somos animales de costumbres, por tanto, para alterar nuestra vida con algo tan sencillo como la actitud dócil de una mujer, antes debemos estar avisados. Si el eclipse nos pilla durmiendo, pensaremos que es un mal sueño, que ya despertaremos. Darío contempla el eclipse desde el otro lado de la tierra. Desde su perspectiva, ella es un anillo. Lejano el compromiso que se sella con anillo; ellos ya hicieron un pacto más importante que un anillo; se paró la cuenta del tiempo, no saben hasta cuando. Esta es ahora la batalla de Darío: Que la mujer sea libre, que sea malvada con los malvados, que sus palabras sean de espantosa contundencia, de suave valentía, que huela a la tierra en que trabaja, que no mire hacia abajo, que sea el viento el que marque su dirección, que la música sea su camino, y sus carcajadas el destino final.
Eclipse significa desaparición o ausencia. Durante el eclipse, Darío malvive la ausencia de Danna. Y Danna, la que brilla con luz propia – mitos aparte – echa de menos el dejarse influir por el campo magnético que entre ambos se crea. Desde los ojos de la luna, un eclipse de luna, no es otra cosa que un eclipse de sol.

“Satélite de ti, no hago otra cosa
si no es una labor de recordarte”.
Miguel Hernández.