
En geometría, un rombo tiene cuatro vértices, cuatro elementos. Un rombo es una figura inestable, parece que en cualquier momento pudiera caer al profundo abismo de la inestabilidad que lo sujeta por un infinitésimo vértice. Los elementos de la naturaleza son cuatro: tierra, agua, aire y fuego; es decir, historia, viaje, vida y pasión. Las estaciones son cuatro, y componen un ciclo que parece perfecto. Las fases de la luna son cuatro. Los vientos provienen de cada uno de los cuatro puntos cardinales. ¿Es el cuatro el número perfecto? No.
Hace algún tiempo que Danna y Darío juegan con un rombo de papel. Un rombo del que extrajeron una nueva geometría sentimental; en un momento premonitorio e inconsciente lo doblaron por la mitad, lo atravesaron diagonalmente con la espada de la casualidad. Aquello que parecía un diamante, se convirtió en dos triángulos. Dos exactamente iguales. ¿Qué pasa? Inexplicable lección de geometría: Con cuatro vértices teníamos un rombo, y con sólo tres, dos triángulos. Dos triángulos que tienen dos vértices comunes – que pertenecen a ambos – y otros dos, extraños entre ellos, que por sí solos estiran o encogen la forma de cada uno de sus propios triángulos. El vértice unitario es el que completa la figura triangular; el que conforma la geometría imperfecta y antinatural de un amor para tres. El tercer vértice es el que hace que el triángulo sea isósceles, como la sombra de un ciprés en la tarde, o casi equilátero, como queriendo buscar una perfección entre sus lados imposible de mantener. Nunca sabes dónde puede estar el tercer vértice; en eso consiste el juego. Depende de su lejanía mental o física, y de su presencia desestabilizadora, el que el triángulo ocupe más o menos espacio. Cuanto más grande es el área, mejor se respira. Pitágoras debió estar borracho cuando pensó en el rectángulo y dibujó el lado de Danna y Darío de la misma longitud que los otros lados que completan los dos triángulos. Vivir atrapado en un triángulo es tener una persona distinta dentro de ti para cada uno de los lados que te unen a los otros vértices. Vivir atrapado en dos triángulos es el imposible juego de papel al que juegan Danna y Darío.
Coge un rombo de papel. Dóblalo por la mitad haciendo coincidir dos de sus esquinas. El doblez que afirmas entre los dedos es una línea recta como un rayo de luz que une a Danna con Darío. El doblez que insistes en apretar es la verdad directa entre los dos; sin historia, sin luna nueva, sin invierno, sin viento del norte. Es la verdad encerrada entre dos triángulos exactamente iguales.
Hace algún tiempo que Danna y Darío juegan con un rombo de papel. Un rombo del que extrajeron una nueva geometría sentimental; en un momento premonitorio e inconsciente lo doblaron por la mitad, lo atravesaron diagonalmente con la espada de la casualidad. Aquello que parecía un diamante, se convirtió en dos triángulos. Dos exactamente iguales. ¿Qué pasa? Inexplicable lección de geometría: Con cuatro vértices teníamos un rombo, y con sólo tres, dos triángulos. Dos triángulos que tienen dos vértices comunes – que pertenecen a ambos – y otros dos, extraños entre ellos, que por sí solos estiran o encogen la forma de cada uno de sus propios triángulos. El vértice unitario es el que completa la figura triangular; el que conforma la geometría imperfecta y antinatural de un amor para tres. El tercer vértice es el que hace que el triángulo sea isósceles, como la sombra de un ciprés en la tarde, o casi equilátero, como queriendo buscar una perfección entre sus lados imposible de mantener. Nunca sabes dónde puede estar el tercer vértice; en eso consiste el juego. Depende de su lejanía mental o física, y de su presencia desestabilizadora, el que el triángulo ocupe más o menos espacio. Cuanto más grande es el área, mejor se respira. Pitágoras debió estar borracho cuando pensó en el rectángulo y dibujó el lado de Danna y Darío de la misma longitud que los otros lados que completan los dos triángulos. Vivir atrapado en un triángulo es tener una persona distinta dentro de ti para cada uno de los lados que te unen a los otros vértices. Vivir atrapado en dos triángulos es el imposible juego de papel al que juegan Danna y Darío.
Coge un rombo de papel. Dóblalo por la mitad haciendo coincidir dos de sus esquinas. El doblez que afirmas entre los dedos es una línea recta como un rayo de luz que une a Danna con Darío. El doblez que insistes en apretar es la verdad directa entre los dos; sin historia, sin luna nueva, sin invierno, sin viento del norte. Es la verdad encerrada entre dos triángulos exactamente iguales.